Lo primero de todo me presento... o mejor, la presento
Ella se llama Candi (horrible nombre, pero ante la demanda infantil, no pude negarme), tiene seis años, está robusta, sana, esterilizada, cariñosa a su manera, glotona, creo que feliz y muy, muy territorial.
Cuando nos llegó de la calle a nuestro jardín (vivimos en un pueblo), la adoptamos y cargados de cajas y muebles nos mudamos con ella a la ciudad. Engordó mucho y más o menos se adaptó aunque siempre que podía se iba escaleras abajo para salir a la calle. Eso sí, sin perderla de vista y regresaba enseguida.
Pero volvimos al pueblo... Y aquí ya la cosa cambió. Estaba nerviosa, alterada, buscando siempre la salida hacia el jardín. Le dejé salir y desapareció una noche entera. Al día siguiente no le dejé y me soltó una retahíla de bufidos y se cagó en un rincón de la planta de arriba.
Ahora le dejo salir y regresa siempre... Y muchas veces con un pequeño regalo en forma de ratón

Así que le pongo la pipeta para las pulgas y garrapatas y cruzo los dedos para que no tope con algún coche (aunque donde vivo no hay mucho tráfico) o con algún desaprensivo.
No sé si hago bien o mal... pero creo que ella es feliz y yo, cuando le veo regresar por las noches y se acuesta a nuestro lado pienso que quizá no lo estoy haciendo tan mal.